Por Sergio Sleiman
¿Os suenan estas frases? Mis alumnos no estudian nada. En todas las clases les tengo que repetir las mismas cosas. No tocan en toda la semana. Para los videojuegos siempre tienen tiempo pero para practicar con el instrumento, nunca. No sé para qué vienen; seguro que los padres los obligan.
Si para algunas actividades (como los videojuegos) demuestran interés, perseverancia, habilidad, motivación, entusiasmo, y capacidad de autorregularse para desarrollarlas cada vez mejor, quiere decir que cuando esto no sucede lo que falla no son estas capacidades sino la estrategia utilizada por el profesor para que los niños identifiquen objetivos propios en la tarea propuesta. ¿Cómo podemos pretender que un niño se comporte de manera diferente a nosotros? ¿Quién de vosotros hace las cosas porque a otro le parezcan importantes? Nadie. ¿Qué puede representar para un niño, en términos de significatividad, saber hacer una síncopa o interpretar correctamente una melodía? Nada.
¿Y si invertimos los papeles? ¿Si vamos nosotros hacia su mundo y diseñamos experiencias que, partiendo de sus intereses, lo enfrenten con la síncopa y la interpretación de una melodía?
Una vez, un alumno adulto, empleado de banca, me comentó que no era capaz de memorizar cuatro acordes seguidos. Que en su trabajo hacía varias cosas muy complejas al mismo tiempo pero que con la música era incapaz. Le contesté: Imagínate por un momento a tu jefe diciéndote que o tocas esos cuatro acordes sin equivocarte o te quedas sin trabajo. Se rió y me dijo: seguro que los toco perfectamente.
La funcionalidad de una actividad nos hace focalizar la atención de diferentes maneras. Complacer a un profesor tocando bien una escala, o conservar un trabajo según se toquen bien o mal cuatro acordes seguidos, no parece ser lo mismo. De todos modos, no hace falta jugarse el puesto de trabajo en cada clase; lo que quise ejemplificar es la claridad con que se ven las cosas cuando la funcionalidad de una actividad pertenece a la esfera de nuestros intereses inmediatos.
En Guitar Peques intentamos no sólo que la funcionalidad de una actividad sea atractiva para los alumnos sino que además, la dinámica de trabajo esté planteada de igual forma que para un músico profesional. Es decir, se pacta un proyecto (grabar una maqueta, un CD, un videoclip, etc.) y se trabaja para llevarlo a cabo. No hay actividad de aula. Todo el aprendizaje teórico y técnico se desprende de la evaluación consensuada entre alumno y profesor en cada momento, comparando expectativas con resultados, y tomando las decisiones oportunas para continuar.
En el vídeo podemos ver a Álvaro (9 años), quien estuvo varios meses deseando grabar un vídeo para subir a YouTube. Él veía que otros compañeros eran aclamados en el colegio tras colgar vídeos con buenas interpretaciones. El deseo de triunfar entre sus pares fue más que suficiente para poner manos a la obra. Clase tras clase (sesión tras sesión) pudo comprobar por sí mismo el resultado de intentar grabar una canción sin haber hecho nada en toda la semana. Durante meses, al final de cada sesión yo le preguntaba si la subíamos tal cual la había grabado y la respuesta siempre era: No. Tiene que salir bien.
Ellos saben perfectamente cuál es el alcance social de un like (pulgar hacia arriba) o un dislike (pulgar hacia abajo) en las redes sociales. Esto animó a Álvaro a “escuchar con otros ojos” y resolver la interpretación de síncopas y fraseo, regulando la técnica de ambas manos (pulsación y traslados). Todo para ser famoso. Pero esto no acaba aquí. Al llegar al final de la tarea pudimos ver festejos, sonrisas y caras de felicidad más relacionadas con el éxito del reto personal que con la aprobación de sus compañeros, ya que el vídeo ni siquiera estaba compartido en las redes. Ver para creer.
Sergio Sleiman
Licenciado en Música, Especialidad, Guitarra (RCSMM).
Licenciado en Pedagogía de la Guitarra (RCSMM).
Máster en Creación e Interpretación Musical (URJC).
Actualmente elaborando su tesis doctoral sobre la iniciación a la música.